Consigna 3.

Cómo ser mujer y no morir en el intento.

Por Lucía Toscano.

Ser mujer está bueno, no me puedo quejar, pero no es fácil. Los que me conocen saben, que no puedo evitar pasar por alto, el tema de la comida. Y no porque me guste justamente. Después de mandarte medio paquete de galletitas te acordás de que ‘estabas en dieta’. Sí, esa ‘dieta’ que ni vos te la creías. Ya no es más creíble el famoso “el lunes empiezo la dieta”, y más si lo decís todos los fines de semana, cuando te comiste todo. Así que por favor, evitá decir eso.

De a poco se acerca el verano, el calor. Pero también las fiestas de fin de año, pan dulce va, pan dulce viene. Pavo, vitel toné, cerdo, garrapiñada, turrón, alcohol y demás cosas con alto contenido calórico.  Y cuando te querés dar cuenta, terminás igual que el lechón, insolado y redondo y relleno.

Voy a intentar ser lo menos burda posible, pero Andrés me crispa. Lo peor es el verano y la pileta. Uses lo que uses, vas a estar con los ojos en la espalda. No todas somos iguales, ni nos pasa lo mismo, por suerte. Si te viene, te quejás porque te viene. Si no, de repente te hacés politeísta, y les estás rezando a todos los santos juntos, para que lo haga. Pero finalmente llega, y esa felicidad, que dura una milésima de segundo no te la saca nadie, después... estás retorcida todo el día en la cama, sin poder asomar la nariz afuera, claro.

Con los años todo se complica más. Que las arrugas y las 100 cremas diferentes que garantizan que te va a quedar la piel de porcelana. Los colgajos flácidos y las fajas que te aprietan cada vez más, y se asemejan a las camisas de fuerza. Los corpiños que pasan a ser más armazón y push-up, que otra cosa. Las canas y el gasto eterno en tintura mensual. La inevitable subida de la talla del pantalón, que te ponés como meta, volver a tener la cintura que tenías 15 años atrás. En fin…

Después de todo esto... ser mujer ¿está bueno?