Con el paso del tiempo el mundo fue cambiando poco a poco.
Pero lo que más se modificó fueron los que lo habitaban. Ya no era común salir
a la calle y mucho menos a pasear. Solo se dedicaban a quedarse en sus casas
encerrados mirando televisión, trabajando o estudiando en la computadora, y luego más televisión.
Llegado el día, luego de que cada persona que habitaba este lugar participara
de una votación en internet en la cual la mayoría decidió que la literatura no
era necesaria y que los libros no eran más que basura, todos colocaron sus
libros en la vereda y un camión los recolectó.
Se dirigían hacia una casa abandonada que sería demolida. La cual hasta hace
unos años había sido un muy concurrido salón de lectura en el que había talleres
para gente de todas las edades, con una biblioteca inmensa, llena de libros. Allí
la gente solía pasar horas y horas junto a un libro y un café, se leían unos a
otros y lo repetían cada fin de semana.
Ya todo esto estaba a punto de terminarse cuando la minoría que no estaba de
acuerdo, quienes todavía extrañaban esos momentos en aquel rincón literario,
decidió hacer algo. Ellos, quienes todavía paseaban de vez en cuando, caminaron
hacia la casa, en busca de una solución. Lo cierto es que ese lugar había
cerrado, porque ya nadie escribía, ya no había libros nuevos, y entonces la
gente terminó por abandonar este habito.
Les resultó tan fácil reparar esta situación. Tomaron hojas y lápices, y junto
a su creatividad e imaginación comenzaron a escribir y rápidamente inventaron nuevos
libros. Los repartieron en cada una de las casas y se sentaron a esperar los
resultados. Pudieron ver como cada persona apagaba su televisor, salía de su
casa y poco a poco conversaba con su vecino y a su vez con otro y otro.
Entonces, solo se dedicaron a restaurar la antigua casa abandonada para que
volviera a ser lo que había sido.
Aldana Beade
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