Aquella extraña
civilización se estaba congelando.
Nadie sabía sobre
aquella ciudad, en algún lugar del universo se encontraba y de La Tierra
dependía.
- Señor, la llama está cada día más débil.- Dijo el joven con un tono de desesperación al alcalde de aquella ciudad-.
- ¡No desesperes, joven! Aquí reunidos están nuestros más grandes científicos.
Tenían que diseñar un plan lo antes posible, cada vez más frio era su mundo.
- Señor, la llama está cada día más débil.- Dijo el joven con un tono de desesperación al alcalde de aquella ciudad-.
- ¡No desesperes, joven! Aquí reunidos están nuestros más grandes científicos.
Tenían que diseñar un plan lo antes posible, cada vez más frio era su mundo.
En la Tierra las
nuevas tecnologías seguían avanzando y remplazando todo aquello que tuviese
hojas. Ya nadie agarraba un libro para estudiar o simplemente para leer un
cuento o una novela, todo había sido remplazado por computadoras, pantallas,
televisores. Esa civilización perdida en el universo dependía de la Tierra,
dependía de la lectura de las personas. Cada vez que cierta cantidad de
personas leían, la llama que mantenía vivo su mundo continuaba prendida, pero
estos son tiempos difíciles, casi nadie lee en la Tierra y la “llama de la
imaginación” (así la llamaban) se estaba apagando y su ciudad se enfriaba, se
congelaba.
Los científicos reunidos habían pensado un plan, su única salvación. Una nave y un elegido para que se infiltre en la tierra y comunique lo que realmente estaba sucediendo.
Los habitantes de Junot (la ciudad) trataron de avivar la llama de muchas maneras, pero nada resultaba, su vida dependía de la Tierra.
Construyeron la nave lo antes posible y mandaron a solo uno de sus habitantes.
Después de unos días en la tierra y de estudiar a las personas, se dieron cuenta que el panorama no era nada favorable, que había pocas esperanzas. Su última misión era insertarse entre los más vulnerables, su única chance, los niños. Aquél elegido para salvar a Junot tuvo que meterse entre los niños en escuelas e instituciones o pequeños grupos en las calles. Muchos ni sabían lo que era un libro, nunca habían sentido la textura de uno. Tuvo que enseñarles y regalarles libros de distintos géneros y autores, además de aconsejarles que leyeran al igual que sus amigos. Lo único que quedaba era esperar resultados.
Casi una semana después, este misionero encargado de salvar a su planeta recibió órdenes de volver. El plan había resultado, la llama de la imaginación se había reavivado.
Junot preparó una gran bienvenida para el elegido, quien pudo cumplir con su misión. Mantener viva la llama de la imaginación y salvar su mundo.
Los científicos reunidos habían pensado un plan, su única salvación. Una nave y un elegido para que se infiltre en la tierra y comunique lo que realmente estaba sucediendo.
Los habitantes de Junot (la ciudad) trataron de avivar la llama de muchas maneras, pero nada resultaba, su vida dependía de la Tierra.
Construyeron la nave lo antes posible y mandaron a solo uno de sus habitantes.
Después de unos días en la tierra y de estudiar a las personas, se dieron cuenta que el panorama no era nada favorable, que había pocas esperanzas. Su última misión era insertarse entre los más vulnerables, su única chance, los niños. Aquél elegido para salvar a Junot tuvo que meterse entre los niños en escuelas e instituciones o pequeños grupos en las calles. Muchos ni sabían lo que era un libro, nunca habían sentido la textura de uno. Tuvo que enseñarles y regalarles libros de distintos géneros y autores, además de aconsejarles que leyeran al igual que sus amigos. Lo único que quedaba era esperar resultados.
Casi una semana después, este misionero encargado de salvar a su planeta recibió órdenes de volver. El plan había resultado, la llama de la imaginación se había reavivado.
Junot preparó una gran bienvenida para el elegido, quien pudo cumplir con su misión. Mantener viva la llama de la imaginación y salvar su mundo.